"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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13-07-2009 |
No te metas en honduras
Por Carlos Amir Gonzàlez
Lo del título, quién se meta en razonamientos o en aguas profundas, le será muy dificultoso salirse de los mismos, o de las mismas. Y si le faltan respuestas o conclusiones, o llega a ahogarse en las mismas, la gente dirá que “él se lo buscó”. Quienes pensaron que cuando escribí “honduras” estaba haciendo referencia a la nación, tienen razón, quienes pensaron lo contrario, también.
Hubo un tiempo en que quienes pensábamos hacer la revolución en Uruguay, por ejemplo, que es una nación latinoamericana pequeña, con algunas cuestiones en común con otras naciones americanas, y con algunos rasgos muy peculiares también, uno de los más mentados es que tanto Argentina como Uruguay han vivido más de cara a las culturas europeas, que a las culturas emanadas de los pueblos originarios de las Américas, pensábamos decía – luego de una formación primaria para el análisis de la realidad y la participación dentro de la misma para transformarla – estudiando y profundizando las tácticas, las estrategias, las teorías, la filosofía, y sobre todo admirando y envidiando la “epopeya de los barbados cubanos”. En función de las “fuentes y aguas” de las que íbamos bebiendo con fruición de búsquedas de futuro, nos convertíamos en creyentes de diversas doctrinas desde donde visualizar con más claridad el “objetivo final de la revolución”, al cual considerábamos bueno y sano, necesario y altruista, solidario en lo social, justo en lo económico, sustentable en lo futuro, creíble en lo humano y fraterno, liberador para “todos”.
La necesaria búsqueda amplió y diversificó caminos. Las mutuas necesidades reconocieron identidades y construyeron organizaciones comunes. Trabajadores, profesionales, sectores medios, pequeños y medianos productores de la ciudad y del campo, clases y sectores sociales que perdían sus beneficios de “otrora”, sectores “marginales” que muchos “vanguardistas” no los concebían como sujetos sociales capaces de contribuir a los cambios – mas bien se entendía que iban a ser beneficiados por los mismos en forma “paternal” desde el “nuevo estado”, confluyeron a las “ideas articuladoras” que necesitaban los tiempos del cambio de las “viejas estructuras obsoletas del Anciano Régimen”. Las ideas de la Revolución Artiguista regresaban para ir “al rescate de la Nación ”, el Cristianismo se redimía con la Teología de la Liberación , la guerrilla tupamara nos proponía “alzarnos en armas” – todos juntos ahora, como los Beatles- unos desde la inspiración trotskysta, otros marxista, leninista, maoísta, anarquista, socialistas revolucionarios…todos desde la vereda de “en frente” de un sistema capitalista que al sur del Río Bravo había sido incapaz de generar un modo de producción, de distribución y de consumo que en forma sostenible cubriese y aumentase las posibilidades de calidad de vida de las poblaciones.
Desde que perspectiva social, el tema de los cambios
El mismo sector económico social que emanó de la primera independencia colonial, las mismas familias que se multiplicaron desde su tronco común, los mismos apellidos primigenios entrecruzados, con el látigo expoliador y explotador en la cultura colonizada y con el corazón en la metrópolis del imperio de turno. Factorías, mercancías, pesos, dólares, libras esterlinas, marcos, francos, comercio exterior, comercio interior, mi banca en el cabildo, mi banca en el parlamento, mi trono en la presidencia, mi banca extranjera, mi banca nacional, mi capital contante y sonante, mi capital financiero. El pensamiento del lucro y la acumulación, como únicos motivos centrales de la permanencia histórica de grupos y clases dominantes en el poder económico, social, político, cultural y militar.
Los sectores populares del trabajo, la decencia, la honestidad que hacen nacer la dignidad y el poder soñar un mundo con justicia que genere igualdad de condiciones para todos, con severa, vigilante y controladora justicia que impida nacer nuevamente “las miasmas y excrecencias” de seres humanos que se han entronizado y apoderado del planeta tierra, para depredarlo hasta las últimas consecuencias, que han liquidado las reservas morales y éticas de una “condición humana” que por su acervo intelectual, académico, artístico, tecnológico, estaba llamada a ser la especie que convirtiese a la tierra en un vergel, en un paraíso de mares – tierras y espacio – donde la flora y fauna de toda la extensión imaginable de nuestro planeta, se desarrollen en un “justo y necesario equilibrio” de diversidad y de vida.
Desde el fondo de la historia nuestros “hermanos revolucionarios” de la Comuna de París nos recuerdan que algún día “deberemos tocar el cielo con las manos…”. Los campesinos y artesanos del Medioevo que por más alto que parezca el poder de los déspotas, igual hay que sublevarse contra el mismo. Los esclavos de Espartaco, vaya si ofrendaron lo único que tenían para regar el árbol de la Libertad , su propia sangre.
Nuestros bisabuelos ya lo intentaron
No precisamos ir muy lejos en el tiempo para encontrar en nuestro continente experiencias alertadoras. A mediados del siglo pasado una burguesía nacional-populista intenta desde el estado republicano capitalista implementar un proceso revolucionario nacional con respecto a las formas de tenencia y explotación de las tierras, del desarrollo de la industria sustitutiva de importaciones de cara a las necesidades del mercado interno, corrección de las formas del comercio internacional precautelando los intereses nacionales, trabajadores de la ciudad y el campo, movimientos y partidos de izquierda e inclusive algunos militares, apoyan este proceso.
Las derechas de esa misma burguesía, la oligarquía criolla, las fuerzas armadas, interrumpen esos procesos ahogándolos en baños de sangre.
En los 60 y los 70, en el mundo entero irrumpen procesos nacional liberadores precedidos de objetivos transformadores revolucionarios. Los mismos corren diversas suertes, nuevamente son interrumpidos violentamente por los brazos armados de las oligarquías locales o los mercenarios y aparatos de inteligencia del imperialismo capitalista, o ceden y neutralizan sus anunciadas transformaciones poniéndose bajo la égida de las viejas y tradicionales clases dominantes.
Hemos transitado el umbral del siglo veintiuno, tanto en América del Sur como en América Central y el Caribe, bajo el signo de lo que algunos llaman Socialismo de este siglo y otros llaman Progresismo. Ambas fuentes bautismales dicen que este santo y seña “socialismo-progresismo” es el abre puertas y el inicio de la construcción de una nueva sociedad.
Sin embargo, algunos analistas con buenas bases argumentales, ya dicen de que en el caso de los que hablan de “proceso socialista” no pasan de un desarrollismo capitalista y en el caso del “progresismo” no sobrepasan los límites de seguir administrando el capitalismo en su etapa neoliberal tratando de maquillar su rostro en el terreno de sus nefastas “consecuencias sociales” y en cuanto a que en su administración sí se respetaran los derechos humanos. Se relanza el sistema capitalista con un pretendido rostro “más humano e inclusivo”. Esto nos indica que en el mediano plazo estaremos saltando de “la sartén al fuego”. Si no somos capaces de cambiar las bases estructurales de las sociedades capitalistas, generadoras de la injusticia social, económica, del desempleo, del hambre, de seguir produciendo capital y riquezas para que los mismos vayan a engordar ganancias de las transnacionales; seremos solo capaces de implementar “administraciones de gobiernos de nuevo tipo” para descomprimir los periodos de agudización de las crisis cíclicas o permanentes del capitalismo. Y después que todo siga como estaba.
El retorno de los brujos
En Chile se parece tener la certeza de que retorna la derecha. En Brasil no sería necesario porque Lula gobierna con la derecha. En Uruguay al Frente Amplio no se le plantea tan cómodo reposicionarse en el gobierno. En Argentina la derecha crece y se hace fuerte en las últimas elecciones legislativas, a partir de haber aprendido de la “transversalidad de Kirchner” y generado “frentes variopintos”. En Paraguay, el liderazgo de Fernando Lugo, al frente de una alianza electoral díscola y antojadiza, y con un perfil del presidente dubitativo, ambivalente, indolente y esquivo, las cosas no están nada bien.
Y lo más preocupante es la aparición del neo-golpismo o golpìsmo-constitucional. Que nos vuelve a dejar claro que para cambiar las cosas en estas Américas no alcanza con la “buena voluntad de un mandatario” y su mejor disposición de construcción dialoguista con la izquierda y los movimientos sociales, mientras que toda la administración jurídica y represiva del estado, sigue en manos del poder de las clases históricamente dominantes. En esto de la construcción del Poder Popular es paradójicamente peligroso muchas veces “apurarse” y otras ir demasiado “lentos”. Hay mucha experiencia y sabiduría acumulada en la historia de luchas de nuestros pueblos, como para desaprovecharla con “inventos aventureros”. La acumulación de fuerzas sociales, el desarrollo organizativo, político-ideológico, cultural, la profundización y extensión de la conciencia social de cara a los necesarios cambios de las estructuras que hoy nos oprimen y nos desangran, no son ya un imposible para nuestros pueblos, están en la agenda cotidiana de nuestras vidas.
Muchos ya están demostrando que cuando desde el abajo se construye la herramienta política y organizativa con sentido de cambios revolucionarios, también se construye la energía, el impulso renovador, y el control necesario para que los dirigentes tengan la conciencia y la conducta adecuadas al momento histórico en que les toca ser protagonistas.
García Lorca : “…desde las pirámides de Egipto, hasta la Bolsa de Valores de Nueva York, hay un fino hilo invisible de plata, que a lo largo de la historia, atraviesa el corazón de los niños pobres del mundo. “
No nos vayamos de esta vida, sin por lo menos haber intentado romper ese hilo.
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